No sé si mi hermano Pokito os habrá hablado de mi amigo el Pulga, seguro que no lo ha hecho, el muy miedica... El Pulga, cuando éramos más pequeños, a Pokito le contaba historias de miedo; de brujas, otras veces de hombres que vomitaban verde, otras veces de más cosas que daban mucho miedo. A Pokito le asusta que hable del Pulga, pero es que es mi mejor amigo, además de que usa la misma talla de botas que yo, y me presta las suyas de fútbol.
Bueno, pues el Pulga y yo nos fuimos un día al centro comercial que hay donde vive una cuñada de él, aunque no sé muy bien si será verdad, porque el Pulga dice que habla con su padre por teléfono, y luego resulta que me enteré que no tiene padre, así que lo mismo es otra trola de las suyas. En el centro comercial ése hay un montón de cosas, y un montón de pringaíllos que van de la mano de sus mamás... El Pulga dice que si tuviese madre, nunca iría de la mano de ella por la calle. Y lo que yo le digo: calla Pulga, si tú no tienes madre, qué más te da. Y el Pulga se mosquea, pero se le pasa enseguida, y nos vamos al burger a lo que sea, allí los dos como siempre.
Hay tardes que vamos al cine, y nos lo pasamos bomba. Empezamos a dar patadas en el suelo, ahí, macho... qué bien nos lo pasamos, y es que el Pulga es muy bueno como amigo. Nos gustan las películas de batallas con espadas, las de besos y amor, decimos los dos que no, pero creo que al Pulga le gustan algo, no mucho pero algo sí, porque se queda mirando las fotos del cartel en las que salen los besos.
El día que nos echemos novias, hemos pensado que mejor que sean hermanas, así podemos estar juntos en su casa, porque el Pulga y yo queremos que sean hermanas, y que tengan padres.
Bueno, ahora me voy a ver un rato al pringao del Pokito que estará llorando porque se ha quedado solo, siempre anda echando de menos a alguien, el tío, y lo que yo le digo; Pokito, así tú no sales del orfanato ni queriendo, pero el no me hace caso, y eso que soy mayor yo.
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